sábado, 18 de abril de 2009

Conversaciones en torno al clasicismo (XIII)

¿Estamos ante una desilusión estética?

¿Qué determina que estemos ante buena arquitectura? 

¿Puede un proyecto arquitectónico no ser arte?

En la contemporaneidad, ¿podemos afirmar que el sabor de ser vanguardia está agotado?

 

¿Estamos ante una desilusión estética?

Creo que hace más de treinta años que artistas y arquitectos se han dado cuenta de que su subjetividad hecha verdad artística o arquitectónica no lleva a otra cosa que a su propio ensimismamiento y a la retroalimentación de una casta que ofrece uno de los servicios públicos más bellos e importantes (el placer estético y la materialización edilicia de las necesidades sociales).

Desde la posmodernidad ha habido un intento de aproximarse al gran público y el éxito o el fracaso de las inciativas dependen del grado de implicación REAL con la sociedad que tenga el arquitecto o el artista. Se hace arte y aquitectura para la sociedad, no se proyectan sociedades que sean capaces de admirar las obras que proyectamos desde nuestra subjetividad. 

Otra cuestión es analizar por qué ocurre esto, por qué el artista y el arquitecto modernos se desvinculan de las realidades sociales (no de las idealidades sociales que ellos mismos crean). A ese respecto me remito a la obra de Charles Jencks "El lenguaje de la Arquitectura Posmoderna", donde podrán encontrar un extenso estudio de por qué la modernidad acabó muriendo.


¿Qué determina que estemos ante buena arquitectura? 

Creo que la arquitectura no es buena porque un arquitecto haya tenido un gesto brillante, una idea feliz, que permita configurar un proyecto. La arquitectura es buena siempre y cuando cumpla adecuadamente con la función para la que fue proyectada, y además tenga un uso continuado por parte de la sociedad. Este uso continuado es el que determina su aceptación y evita que se degrade, como pasó en el archiconocido caso de Pruitt Igoe, de Minoru Yamasaki, que tuvo que ser demolido en 1972 (fecha simbólica de la muerte de la modernidad, según Jencks) por ser un grave foco de bandalismo.


¿Puede un proyecto arquitectónico no ser arte?

Perfectamente. Hay muchas formas de hacer arquitectura. Puede haber teatros que sean una birria, funcionen mal, pero por tener una estética bonita sean considerados obras de arte. Y viceversa, hay edificios que por no tener una estética chillona, ruidosa en su entorno inmediato, que destaque por su vanidad, no se consideran como tales, a pesar de funcionar perfectamente y ser respetados por la sociedad. También hay obras que son estéticamente feas y a pesar de funcionar bien son rechazadas por la sociedad; esto ocurre frecuentemente en Reino Unido, donde edificios de la época de la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, y los años de crecimiento espectacular de la nación británica, son demolidos porque la población no los acepta, no los siente suyos. Y la crítica arquitectónica los considera obras maestras. Dos casos que sriven de ejemplo son la Catedral de Brentwood, en Reino Unido, de Quinlan Terry; y la nueva ala habitacional del hospital de Chelsea, el "Margaret Thatcher Infirmary", también del Sr. Terry. en ambos casos el clamor popular pidió la demolición de los edificios construidos en los 60 y 70 en las más puras líneas del movimiento moderno, y su sustitución por otros de corte clásico.


En la contemporaneidad, ¿podemos afirmar que el sabor de ser vanguardia está agotado?

Depende de qué se considere vanguardia. El término en sí debería designar a la tendencia más puntera y novedosa del momento, pero dada la tremenda importancia de las vanguardias históricas (las de los años 20) el término en sí puede resultar caduco, sobre todo cuando se intentan aplicar los principios de las vanguardias históricas en nuestros días. La Vanguardia como movimiento artístico surgido tras la Primera Guerra Mundial, en el clima de euforia que supuso el fin de los Antiguos Imperios decimonónicos, la creación del estado socialista, el florecer de un sinfín de naciones independientes, y la seguridad de que el arte debía empezar de cero en la nueva era, es algo ya superado. Y eso enlaza con la primera pregunta, ya que al darse cuenta de que la vanguardia revolucionaria está superada, y que sus manifiestos se han convertido en parte de manuales de estudio como en su momento eran los textos de los pintores renacentistas, el artista se siente frustrado al pensar que ya nunca más podrá definir el arte desde cero, sin considerar preexistencias. Ahí es donde está agotada la vanguardia, y donde se palpa la frustración de artistas y arquitectos; es imposible empezar de cero, sin tener en cuenta las preexistencias, en la medida que las preexistencias de ahora son las más altas cotas de originalidad dadas por el hombre desde el manierismo (que redefinió la ortodoxia vitruviana y abrió el camino al Barroco y Neoclasicismo).

5 comentarios:

  1. Pero a veces una arquitectura que no es arte, es menos arquitectura, la funcionalidad es buena, pero me encanta pasear por las ciuadades y admirarme de sus edificios bien hechos...frente a otra serie de colmenas de pésimo gusto...

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  2. Didac, la arquitectura puede ir perdiendo calidad estética y artística hasta convertirse en simple construcción.

    La arquitectura del Movimiento Moderno sacrificó la estética en aras de la funcionalidad y la economía y creó entornos anómicos.

    La posmodernidad y el deconstructivismo hicieron justo lo contrario y crearon gigantescas esculturas transitables de dudosa utilidad más allá de su mera contemplación.

    Como decía Aristóteles, en el punto medio está la virtud.

    Un saludo

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  3. Pfunes amigo, como buén arquitecto que eres necesito que me aclares un tema que me consume cada vez que la veo:
    ¿Que opinas que en una ciudad como Barcelona se haya creado la Torre Agbar?. Para mí y creo que muchos más, desentona hasta hacer daño a la vista. Un abrazo.

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  4. Javier, responderte a esa pregunta me llevaría una entrada entera, que prometo escribir y dedicarte.

    En resumen, la torre Agbar es uno más de los "efectos Guggenheim" que ha sufrido España en todos estos años de bonanza económica. Bilbao tuvo a finales de los noventa un proceso de renovación urbana cuyo ejemplo más citado es la construcción de un nuevo museo GUggenheim. Gracias a todo el esfuerzo de mejora urbana, dentro edl cual el nuevo museo es una pieza indispensable, la deprimida ciudad de Bilbao se ha vuelto a colocar entre las primeras de España.

    Sin embargo muchos municipios han pensado que, por el mero hecho de contratar a grandes arquitectos para obras extravangantes, sus ciudades iban a reactivarse y convertirse en referentes regionales, nacionales o incluso mundiales.

    Poco importaba la utilidad y conveniencia del resultado final, porque lo que primaba era un gesto, un icono, una marca dejada por un arquitecto de renombre que diera "prestigio" a una ciudad.

    La torre Agbar además guarda un curioso parecido con el "pepinillo" de Londres y comparte con él un mismo privilegio: desde su cima es el único lugar desde donde no se ve.

    Un saludo.

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  5. Pfunes, muchas gracias por tu respuesta y espero ansioso esa entrada que prometes. Gran parte de la ciudad de Barcelona no deja de comentar sobre La Torre Agbar, aquí ya le llamamos de varias maneras, mejor no lo escribo que queda feo, pero seguro que me entiendes. Gracias también por tus premios y no debes agradecerme nada Pfunes, sin duda te lo mereces. Solo espero y deseo que no abandones tu blog, pues ultimamente veo algunos que ya no publican nada desde hace meses. Un abrazo enorme y de nuevo gracias.

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